Marcel Gromaire, pintor expresionista francés, (Noyelles-Sur-Sambre, 24 de Julio de 1892-París, 11 de Abril de 1971). Comienza su formación académica en París, cursando estudios en Derecho que al poco tiempo abandonó. Matriculado a partir de 1912 en La Academia de la Palette, donde su director el pintor cubista Le Fauconnier, resultó ser una poderosa influencia en su excelente producción posterior, al conjugar el carácter sintético del cubismo con el estilo expresionista. Además en esta época es visitante asiduo de otras academias de Montparnasse como Colarossi o Ramson. Da muestras de sus virtudes, por primera vez de manera individual en la exposición del Salón de los Independientes de 1911 y, tan sólo dos años después se ve empujado por el conflicto mundial a hacer el servicio militar. Combatiente en los frentes de Alsacia y Somme (en el que fue herido), su experiencia de la guerra de trincheras, quedó plasmada en la serie de dibujos publicados como Le Crapouillot (Algo así como las municiones usadas por las tropas francesas), de 1916 a 1918, y en su obra más recordada a nivel internacional, titulada: La Guerra (1925).
Al finalizar su experiencia en la batalla, emprendió a lo largo de los años veinte, una serie de viajes por Europa donde recorrió entre otros países: Alemania, Bélgica, Países Bajos o Gran Bretaña; pasando por multitud de museos y entrando en contacto con estilos, artistas y corrientes dispares que resultaron ser fundamentales para su progresión y evolución como pintor.
Artista multidisciplinar, estuvo interesado en otros campos artísticos como el tapiz, del cual se le ha postulado con los años como uno de los precursores principales de su renacimiento, el grabado, o los aguafuertes, con los que ilustró numerosas obras literarias como Los pequeños poemas en prosa, de Charles Baudelaire. Influido entre otros por Paul Cézanne, el arte románico galo o el arte medieval, reflejado en la rigidez de las figuras en alguna de sus obras; a lo largo de su carrera mostró predilección por una temática plagada de alusiones al entorno obrero, la forma de vida agraria, los retratos o en un prisma opuesto, los desnudos femeninos. Siempre centrado en la importancia del individuo, más allá del valor estético de sus pinturas, posee un estilo peculiar que algunos críticos consideran, más próximo al cubismo de Fernand Léger o Juan Gris, que a los propios cánones expresionistas.
Al finalizar su experiencia en la batalla, emprendió a lo largo de los años veinte, una serie de viajes por Europa donde recorrió entre otros países: Alemania, Bélgica, Países Bajos o Gran Bretaña; pasando por multitud de museos y entrando en contacto con estilos, artistas y corrientes dispares que resultaron ser fundamentales para su progresión y evolución como pintor.
Artista multidisciplinar, estuvo interesado en otros campos artísticos como el tapiz, del cual se le ha postulado con los años como uno de los precursores principales de su renacimiento, el grabado, o los aguafuertes, con los que ilustró numerosas obras literarias como Los pequeños poemas en prosa, de Charles Baudelaire. Influido entre otros por Paul Cézanne, el arte románico galo o el arte medieval, reflejado en la rigidez de las figuras en alguna de sus obras; a lo largo de su carrera mostró predilección por una temática plagada de alusiones al entorno obrero, la forma de vida agraria, los retratos o en un prisma opuesto, los desnudos femeninos. Siempre centrado en la importancia del individuo, más allá del valor estético de sus pinturas, posee un estilo peculiar que algunos críticos consideran, más próximo al cubismo de Fernand Léger o Juan Gris, que a los propios cánones expresionistas.
Parte activa en la liberación de París al finalizar la II Guerra Mundial en 1944, designado en un breve periodo como el vicepresidente de la Unión Nacional de los Intelectuales franceses (fundada por la resistencia a la invasión nazi) y, pasando a ser con posterioridad de 1950 a 1962 profesor en la Escuela de Arte Decorativos de París. Representado en gran medida en el Museo de Arte Moderno de París, entre las concesiones a su trayectoria destacan: en 1956 del Premio Nacional del Guggenheim y en 1958, del Premio Nacional de las Artes.
Además, llevó a cabo una actividad al margen de la pintura como: escritor, crítico y articulista de opinión acerca del cine u otras disciplinas de vanguardia.
Retrato de Georges Zérapha (1922).
Los campesinos en la granja (1923).
Bebedores de cerveza (1924).
La guerra (1925).
La modelo rubia (1927).
Inclinada sobre una butaca roja (1928).
Jugadores de cartas (1928).
El beso (1936).
Rubia desnuda en un taburete rojo (1950).
El bar (1952).
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