Terminado su periplo por el viejo mundo regresó al Méjico de origen, y debido a sus fuertes convicciones ideológicas claramente comunistas, (no en vano asistió a la conmemoración del décimo aniversario de la revolución soviética en Moscú, fue uno de los fundadores del partido comunista mexicano o fue el quien reclamó el asilo político en México para Leon Trotsky en 1940) con premura se incorpora al movimiento nacionalista mexicano, presente en el país desde el triunfo revolucionario. Contenidos políticos, sociales y de carácter crítico jalonan su obra que tiene en la creación de murales su más perfecta forma de expresión. Este nuevo movimiento denominado como muralismo con una refrescante iconografía como seña de identidad, tiene en David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y el propio Rivera a sus tres representantes de excepción. De esta manera el pintor interpreta la vida de México y en conexión con sus ideales presenta al pueblo como protagonista y garante de la historia, en clara relación con un reconocimiento a las raíces y señas de identidad indígenas mexicanas y latinas en general. Su arte dirigido hacia la protesta y denuncia bien social o histórica (histórico-crítico lo llaman), intenta reflejar la vida apacible, sosegada y muy próxima a una onírica realidad de los nativos en contraste con la acción brutal y despiadada simboliza por los conquistadores españoles. Mientras tanto, no abandona sus constantes referencias al maltrecho panorama contemporáneo. Con un estilo dinámico, colorido, altamente expresivo y a veces rebosante de sensualidad, presentó una obra convertida en un símbolo para el espíritu nacional. Considerado un mito por sus compatriotas a lo largo de su vida y de personalidad arrolladora dejó sentencias para la historia (Yo respeto todas las religiones. Me interesan extraordinariamente en el mismo plano y por análogas razones con que respeto todas las enfermedades y me intereso extraordinariamente en su curación) e hizo gala de un carácter genuino legado para la posteridad.
En otro sentido cabe destacar que salvo sus dos estancias en EEUU (1930-1934 y 1940-1942), donde pintó grandes murales en Nueva York, como el titulado: "El hombre en el cruce de caminos", reproducido en el Rockefeller Center donde aparecía una figura de Lenin después borrada y el mural destruido al ser considerado una tremenda provocación, o en Detroit, sumado a algún que otro periodo dedicado a la elaboración de paisajes y retratos se puede afirmar que su trayectoria es la de un genial muralista centrado exclusivamente en Méjico y sus gentes. Como curiosidad añadir que estuvo unido en terceras y cuartas nupcias con la también pintora Frida Khalo, dejando constancia de una apasionada relación llevada al cine en diversas ocasiones ya sea de manera transversal o central en largometrajes como: Frida, naturaleza viva (Paul Ledut, 1986) y Frida(Julie Taymor, 2002), además de estar presente en la cultura popular como pone de manifiesto su presencia en los nuevos billetes de 500 pesos mejicanos (2010).
Retrato del pintor Kinoviev (1913). Periodo cubista.
Festival de las flores (1925).
Cruzando la barranca (1930).
Zapata (1930).
El hombre en el cruce de caminos (1934). Mural pintado en México después de que el original fuera borrado y destruido por mandato expreso del magnate Rockefeller.
Cargador de flores (1936).
La dictadura (1936).
Retrato a Lupe Marín (1938).
Paisaje simbólico (1940).
Niña con alcatraces (1941).
Retrato dedicado a Irene Rich (1941).
Las ilusiones (1944).
Cultura Totonaca (1950).
América Prehispánica (1950).
Manos de la naturaleza brindando el agua (1951).
No comments:
Post a Comment